miércoles, 24 de agosto de 2011

De Cenicienta a princesa


Me he dado cuenta que esta semana he andado muy romántica.  Lo digo por las entradas que he publicado en mi rincón, pero creo que conozco algunas historias dignas de contarse en cualquier espacio, así que aprovecharé el mío para hacerlo.

Esta es la historia de “la prima de una amiga”, así literal, en realidad Alma sí es prima de Sandra, una de mis mejores amigas. Tal vez cometa algunas imprecisiones en este relato porque hace mucho la misma protagonista me lo contó y lo hizo una noche de fiesta que pasamos en la desaparecida Fonda San Miguel, así que entre la música a todo vuelo y los drinks que estábamos disfrutando no oía y digería muy bien que digamos los pormenores.

Sandra y su familia son originarios de municipios lejanos de Nuevo León, por lo que la mayoría de sus primos, hombres y mujeres, vivían largas temporadas en la casa paterna de mi amiga, pues elegían Monterrey para realizar sus estudios.

Lo mismo hizo Alma, la mayor de, si mal no recuerdo, cuatro o cinco hermanos.  Por alguna razón, los padres de esos niños vivían separados y la mayor de los hijos trabajó desde muy pequeña para ayudar en el gasto de la madre.

Luego, vino a Monterrey a estudiar una rama del turismo en una escuela pública.  Su primer trabajo fue en un hotel desaparecido de Monterrey, pero que en algún tiempo fue muy reconocido.

En esa etapa, Sandra y su familia, incluida Alma, se habían mudado de colonia y una de sus nuevas vecinas había cambiado su residencia a Cancún luego de haberse casado.

En secreto, Alma comenzó a juntar dinero y con mucho esfuerzo y durante un año, logró completar el costo de pasaje a Cancún… tan solo el pasaje de ida.  La vecina le había ofrecido su departamento para vivir en lo que conseguía trabajo y su propio espacio para hacer su vida.

Con las maletas cargadas de ilusiones, la chica partió.  Pronto consiguió empleo como hostess de un buen hotel en ese bello paraíso.

Trabajar en un hotel, lo digo por experiencia propia, a veces es patético porque debes sonreír en todo momento aunque el cliente te trate déspotamente o se ponga intransigente.

Un día, cuenta Alma, ella estaba en su escritorio.  Un hombre gordo estaba sentado en una sala cercana a ella y ella trató de entablar conversación con él.

Alma: ¡Qué buen clima le tocó en su visita a Cancún… hoy no llueve!
Gordo mamón: Yo no vengo a vacacionar, así que da igual si llueve o no. Solo vengo en plan de negocios.

Fin de la conversación.

Otro día, Alma recibió la llamada de un amigo en su teléfono.  El gordo mamón estaba sentado en el mismo sillón, haciendo como que leía una revista.

El amigo estaba invitándola a la inauguración de un nuevo antro en Cancún y le pidió que llevara a una amiga para él llevar a otro cuate y salir los cuatro juntos.

Ella repitió la ubicación del lugar en el que se verían, que era el nuevo antro en sí.

Los amigos de Alma no se presentaron, pero el gordo y otra persona más hicieron su triunfal entrada al lugar y se dirigieron a ella y su amiga.

Las saludaron y las dos tenían cara de interrogación y los trataron indiferentes. 

Los días pasaron y ahora era el gordo mamón quien buscaba tener conversación con Alma y al paso de los días, él regresó a su tierra de origen: Buenos Aires, Argentina.

A partir de ahí, hablaban diario y con el trato, ella fue cambiando la mala imagen que se había formado de él en el primer contacto.  Empezó un romance a distancia.

El gordo, que sí tiene nombre, se llama Jorge Evangelista, y viajó varias veces a Cancún a ver a Alma, de quien ya estaba inevitablemente enamorado.

En la segunda visita, él había bajado muchísimo de peso y la pérdida de grasa dejó al descubierto una guapura impresionante, de esas características de los chés.

Un día, él le pidió irse a vivir con él a su tierra.  Ella aceptó y los dos viajaron a Monterrey a hablar con los papás de Sandra y la madre de Alma.

Ella solo sabía que su amado tenía negocios, pero desconocía con exactitud qué tipo de negocios eran.

Al llegar allá, se encontró con que Jorge tenía periódicos, estaciones de radio y uno o varios canales de televisión por cable.

No solo le había sonreído el amor, sino también la vida en lo económico, sin esperárselo.

Ahora, ella cuenta:

“Cuando partí a Cancún a buscar empleo, tenía la presión de encontrarlo de inmediato porque…”, abre su bolso y saca un peso mexicano y te lo muestra y se le quiebra la voz, “solo llevaba esto (el peso) y yo debía enviar dinero a casa porque mis hermanos y mamá tenían qué comer y ellos darle duro a la escuela”.

Ellos se casaron en Argentina.  Después, él la envió a Monterrey y la hospedó en un hotel de lujo por varias semanas.  Las suficientes para preparar una boda en grande con su familia y amigos regios.

Así que Alma, Sandra y  yo trabajamos a marchas forzadas para que esa boda fuera una boda de ensueño.

Con esta historia queda más que claro que cuando te toca, aunque te quites y cuando no te toca, aunque te pongas.


4 comentarios:

  1. Ya ve, que le cuesta contar verdaderas historias de amor, esta también me gusta al igual que la suya personal.
    La otra es solo un cuento de dos viejitos cachondos.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Ahhh, que romantico, ojalá un dia me encuentre un amor así. Saludos!

    ResponderEliminar
  3. Recuerdo cuando me contaste esa historia. Realmente si parece sacada de un cuento de hadas. Concuerdo totalmente contigo: "cuando te toca, aunque te quites y cuando no te toca, aunque te pongas".
    Te quiero!

    ResponderEliminar
  4. Màs que una historia de amor me parece un golpe de suerte ;) El romance esta en el aire

    ResponderEliminar