martes, 30 de agosto de 2011

Una vez escribí mi diario...

Si hay una época de mi vida que recuerdo con inmenso cariño y nostalgia es la de la Preparatoria.

Fue un mundo totalmente nuevo para mí en todos sentidos, empezando en que se trataba de ingresar a una escuela pública y mixta, cuando toda mi vida estuve en un colegio de monjas y 100 por ciento femenino. Usando un uniforme realmente espantoso y que ha sido el mismo diseño en los más de 100 años de existencia de mi Alma Máter. (Razón por la que me negué rotundamente a inscribir a Manotas ahí, ahora que ya es mixto.  No quise condenarlo a usar semejantes garras toda su vida estudiantil).

En esos tiempos en el colegio había preparatoria, pero por mis problemas de indisciplina me fue negado el pase directo, así que mi papá “me castigó” enviándome a la Prepa 2.  Fui el prietito del arroz de los hijos de Luis y Vicky.  Mis dos hermanos mayores sortearon todas las pruebas y se aventaron su educación básica, media y profesional, totalmente en instituciones privadas (íralos, íralos).

Lo que no supo mi papá fue que me regaló la oportunidad de vivir una etapa maravillosa, que no hubiera cambiado jamás por dos semestres en la UdeM, en el Colegio Mexicano o en el Tec.

Recuerdo bien el primer día de clases.  Me senté al fondo del salón.  Sentía que la mirada de los compañeros “me violaba”, inocentemente.  Luego luego fui catalogada como “la fresa del salón”.

Afortunadamente no era la única que venía de un colegio como el mío, sino también otra compañera que fue parte fundamental en esos episodios de mi vida. 

Así que con ella comencé a juntarme, según porque teníamos "los mismos principios".  Lo cierto es que con ella me inicié en el vicio de fumar y conocí los antros muy pequeña y hasta me enseñó a manejar.  Su vida fue muy acelerada.  Aún así la estimo y aprecio muchísimo y no la juzgo.  Simplemente así le tocó vivir su vida.  Obvio, tiene mi misma edad, ¡y ya es abuela!

Esa fue la época, la única en mi vida, en que no fui tan delgada.  Vestía siempre a la última moda.

En esos tiempos no tuve novio jamás, pero sí tuve dos eternos enamorados a quienes nunca les hice caso: Chuy y Alejandro.  Ahora creo que el segundo hubiera tenido más posibilidades que el primero de haber insistido.  Le falló la perseverancia.

En cambio, me enamoré de tres que no me pelaron: Chuy (otro), Armando y otro más que nunca traté y de quien se trata el tema de hoy en mi rincón.

Pasaron los años y mi etapa de vida cambió.  Un buen día, encontré en un cajón de mi buró una libretita bastante coqueta.

Les juro que no recordaba para nada haber escrito un diario en mi vida y ese cuaderno era justamente eso, un diario amoroso de su servidora.

No saben, hablaba maravillas de esa persona (sin mencionar el nombre en todas las primeras páginas, que eran muchas).

Que si sus ojos, que si era muy guapo, que admiraba su inteligencia, que me hacía temblar tan solo verlo entrar a esa casona antigua en la que me tocó hacer el tercer y cuarto semestre (anexa), que hubiera dado mi vida si me dedicara una sonrisa.

Que no me cansaba de preguntar santo y seña de él, que envidiaba a la chica prieta y gorda (con esos calificativos) que le tocaba sentarse a su lado. Hasta me lamentaba amargamente porque el destino me había negado que nos tocara juntos en la misma aula.

Que no me importaba que fuera más bajo que yo, que daría lo que fuera porque se convirtiera en mi novio.

No, no, no, halagos y más halagos que me enchinaban la piel y me llenaba de curiosidad saber de quién demonios hablaba, porque, honestamente, en esos tiempos que encontré ese diario, que no fue más que un par de años después de terminar la Prepa, no recordaba haber sentido tanto por alguien de la Dos.

Estaba acostada en el que entonces era mi cuarto, en mi casa, clavadísima leyendo esa “novela” escrita por mí, cuando llego a la última página.

“...Y sí, estoy enamorada estúpidamente de ti y tú ni cuenta te das… Alvarito”.

Mi mente comenzó a trabajar a mil por hora.  No recordaba al tal Alvarito que me inspiró a escribir tanta ñoñería… hasta que a las quinientas supe que era el mono nerd que veía de puerta a puerta en el segundo piso de esa vieja casona del centro.

No pude evitarlo, solté la carcajada que más me ha desahogado en la vida.  Por poco y no controlo esfínteres del ataque de risa que eso me causó.

Lo que más sorpresa me provocó es que ni lo recordaba para nada porque nunca, jamás, crucé palabra con él como con los otros dos que me gustaron en esos entonces y que no escribí nunca una línea dedicada a esos amores imposibles.

¡Lo que hace la edad de la punzada!

3 comentarios:

  1. jajajajaja
    yo jamás escribi algo así porque mi hermana me leía todo!!

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  2. jajajaja me encantó! Que bonita sorpresa encontrarte con ese diario, haberte leído en esos ayeres y reído también de esa experiencia.
    Mi amor platónico tmb se llama Alvaro! Pero él es de la primaria jeje.
    Besooos miiil!

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  3. Así es el amor: pega con tubo pero después uno se pregunta qué le viste al objeto de dicho amor.

    Me has dado una idea para un post jijiji.

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